sábado, 17 de noviembre de 2012

La Habana II









Museo de la Revolución

Al día siguiente teníamos varios lugares pendientes por visitar. En primer lugar nos dirigimos al Museo de La Revolución. Situado en el antiguo Palacio Presidencial y terminado en 1920, fue usado por presidentes cubanos. Parte del interior fue decorado por la conocida casa Tiffany´s.



El precioso Salón de los Espejos, una de las partes más bonita del museo, fue diseñado como una copia del de Versalles.
En 1957 Fulgencio Batista, su último presidente sufrió un intento de asesinato por parte de el revolucionario Antonio Echevarría al asaltar este edificio.
El edificio es bello en sus salas grandes de las plantas inferiores y superiores. Sin embargo, las salas donde están instaladas las mayoría de las fotos de la revolución son espartanas y anodinas.
Por supuesto, todo el museo está dedicado a La Revolución, con principal protagonismo del Che Guevara como icono mundial de la revolución y el comunismo, sin dejar de lado al mismísimo Fidel Castro.
Lleno de fotos y carteles en blanco y negro con la historia y logros de la revolución, incluyendo también varias fotos con los triunfos deportivos cubanos en Juegos Olímpicos.
Los eslóganes de la revolución, aparecían en algunos lugares destacados de las salas. Artículos de periódicos contaban y daban fe de aquella histórica revolución.
Nos llamó la atención en concreto algunos recortes de periódicos donde se vanagloriaban de las espropiaciones de empresas y propiedades estadounidenses, que por entonces tenían la isla muchísimos intereses. Nos centramos en un recorte de periódico con un gran titular sensacionalista,dando cuanta de la expropiación de la empresa Westinghouse.
Imagino en su momento como se sentirían los empresarios y ciudadanos estadounidenses, supongo que echando humo. Claro que también uno se pregunta ¿cómo habían conseguido acumular tantas propiedades en territorio cubano el pueblo estadounidense en plena era de presidentes corruptos?
Hugo por otra parte, estaba anonadado por el Che y su figura. No sabemos donde había oído su canción, pero ya le sonaba de antes el “Hasta siempre Comandante”. Encima en la Plaza de la Catedral pudo escuchar un cantautor callejero la canción completa.
Ya en el museo Hugo miraba y se fijaba sobre todo en las fotos y carteles del Che. Impresionado por su ejecución y muerte y también por su inquietante figura de cera junto a Cienfuegos, que parece sacada diréctamente del museo de los horrores.









La Bodeguita del Medio

Al terminar la visita del museo fuimos a visitar este pequeño y famoso restaurante-bar de la Habana. Sus paredes están llenas de fotos, dedicatorias y firmas de famosos que pasaron por aquí. Entere ellos el actor Errol Flynn, el presidente socialista chileno Salvador Allende, Agustín Lara, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, y por supuesto Ernest Hemingway, de cuyo puño y letra puede leerse en el local: “My mojito in La Bodeguita, Mydaiquiri in El Florida”
Hemingway se prodigó mucho en sus viajes por el mundo y en Cuba vivió 20 años.
La Bodeguita estaba hasta arriba, desde lejos ya se veía a la multitud de turistas haciendo fotos. Dentro, también lleno de gente consumiendo el mojito más caro de La Habana, pero el más especial.
El mojito está compuesto de ron, azúcar, lima, menta, hierba buena y agua mineral. Se vende también en el local tabaco habano, camisetas y platos típicos cubanos…
Las paredes de fuera se encuentran llenas de grafitis y firmas de muchos turistas que pasan por allí. Una de las dedicatorias más curiosas la escribió Salvador Allende en 1961: “Viva Cuba libre, Chile espera”
La Bodeguita tiene tres pisos y curiosamente hay dos mesas que nadie puede ocupar porque están permanentemente “reservadas” Una es para el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) y la otra es para mítico cantante Nat King Cole (1919-1965).
Por supuesto el “Hasta siempre Comandante” suena bastante en La Bodeguita y Hugo encantado de escucharla.






Después de La Bodeguita nos fuimos a ver el Edificio Bacardí, también en la zona antigua de la ciudad.
Construido en 1930 fue la construcción más alta de la Habana hasta verse superada por otras.
Nos habían dicho que desde este edificio se tenían unas vistas muy buenas de la ciudad y realmente no nos defraudó porque son magníficas.
Este edificio representativo del Art Decó fue construido por encargo de la compañía de ron Bacardí.
En su momento las oficinas centrales de la empresa estaban allí. Cuando triunfó la revolución y ante las nacionalizaciones de empresas extranjeras, Bacardí abandonó Cuba.
A finales de los 90 se restauró u hoy en día sigue siendo edificio de oficinas.
Cuando accedimos al edificio nos cobró un CUC por todos el guarda de la entrada que nos daba derecho a visitar la parte de arriba de la construcción. El interior de la torre estaba desvencijado y por fuera tenían andamios, por lo que parece que sigue en remodelación constante.
Las vistas eran espectaculares a toda la parte antigua de La Habana, la cúpula del Capitolio sobresalía entre miles azoteas, al igual que el museo de la Revolución. Más allá de los edificios se veía el mar distanciándose del Malecón que sólo se adivinaba. La bahía de La Habana se contemplaba perfectamente con la fortaleza Morro-Cabaña en la otra orilla. Incluso nuestro hotel  Telégrafo era uno de los edificios que mejor se veían desde el edificio Bacardí.

Ese día nos quedamos a comer cerca de la plaza de la Catedral, ya que estuvimos tres veces por esta zona tan especial.










El Malecón

Antes de acercarnos al hotel nos pasamos antes por el Malecón, a unos tres kilómetros según se origina en la bahía de La Habana .
Allí estaban aquellos chavales bañándose y saltando desde el muro rompeolas de unos 3,5 metros de altura.
Los muchachos, algunos de ellos niños, saltaban de diferentes maneras, lugares y posiciones desde el muro del Malecón al mar. A veces el salto desde considerable altura tenía como destino un pequeñísimo hueco entre las rocas. Otras veces la dificultad del salto consistía en la profundidad del lugar, llegándose a tirar desde el muro a apenas un metro de profundidad, con el consiguiente riesgo.
Uno de los chavales de unos 13 años, a ver que tomábamos fotos llamó nuestra atención para que le hiciéramos unas fotos a él. Desde otra parte del muro alejada unos 20 metros de la anterior, se disponía a saltar al mar. Cogió carrerilla desde el medio de la carretera del Malecón y se lanzó a correr a gran velocidad, batió con fuerza desde el bordillo del muro y se proyecto en un gran salto de cabeza más allá de la rocas. Era un salto comprometido ya que en ese lugar no había sitio entre las rocas para caer, si no que el salto debía superarlas por completo y caer en la parte profunda.
Con la pericia del que ya había superado esa prueba cientos de veces fue retratado por el que les habla. Nos pidió alguna moneda que no pude negarme a darle, ya que su salto magistral lo merecía.
¡Cuantas fotos había visto de lago tan típico!, pero esta vez todo estaba pasando allí, ante nuestros ojos.
Después de verlos y estar un buen rato hablando con ellos, nos dirigimos al principio del Malecón, en dirección a la bahía. Allí decidimos bañarnos. Sí, ya sé que el turista se baña en las playas típicas de Cuba (Varadero, los Cayos o playa Ancón), pero estar en La Habana y no bañarnos en el Malecón era imperdonable. Por lo menos para Hugo y para mi, que teníamos puesto el bañador y ya habíamos pensado en ellos. Guarda nos guardó la ropa y nos sacó una cuantas fotos.
Algún taxista nos había dicho que en el Malecón había mucho petróleo, pero nosotros mirábamos las aguas cristalinas y pensaba que muchas playas con bandera azul de Europa, no estaban más limpias que las aguas del Malecón. Ya nos bañaríamos luego en Cayo Guillermo y Playa Ancón, pero hoy tocaba en La Habana.
Destrepamos el muro de 3,5 metros y nos zambullimos en el mar. Familias enteras dirfrutaban en ese momento del agua y tomando el sol. Sonreían un poco sorprendidos a ver un par de turistas bañándose y tirándose desde las rocas allí. Hablamos con ellos y con los numerosos niños que se bañaban con nosotros.
Encantados estábamos, ya que a esas horas el calor era sofocante.
Una curiosidad del baño en el Malecón, es que los edificios que te obserban no son los típicos apartamentos u hoteles de playa, sino unos edificios con una conbinación entre Neoclásico y Art Nouveau. Ocho kilómetros de esplendoroso Malecón con edificios maravillosos pero en gran deterioro muchos de ellos, aunque hay un plan por parte de La Oficina del Historiador de la Ciudad para proteger 14 manzanas del Malecón. A pesar del deterioro los edificios son hermosos, o quizá incluso más. Porque el malecón es donde palpita el corazón de La Habana, sobre todo al atardecer y anochecer.
Yo volvería por allí una vez más, pero esta vez de noche.















El Vedado

 Después de la visita al Malecón nos fuimos al hotel a descansar un rato, no mucho pero lo suficiente como para retomar con ganas nuestras visitas por La Habana.
Nos dirigimos a pie recorriendo una vez más el paseo de Martí. Justo en frente del Capitolio nos hicimos unas cuantas fotos con los coches de época que había allí, mucho más nuevos y restaurados, ya que estaban expuestos para ser admirado por los turistas y para alquilar.
Cuando posábamos junto aun Chevrolet descapotable del 51, un hombre se nos acercó para ofrecernos un paseo en alguno de los coches. Llegamos a un acuerdo y elegimos el chebrolet descapotable rojo, con chofer guia.
Le pedimos que nos llevara al Vedado, plaza de la Revolución y Morro, al otro lado de la bahía, en un recorrido bastante completo por la ciudad.
El chofer nos fue enseñando edificios emblemáticos de La Habana, describiéndonos su historia o anécdotas.
Tomamos la Avenida de Carlos Manuel Céspedes o Avenida del Malecón, hugo estaba encantado de disfrutar de los ocho kilómetros del Malecón en un descapotable sientiendo el aire en la cara.
Era nuestra tercera incursión por este bello paseo. Varios monumentos y plazas fueron pasando en nuestro al municipio de Vedado.
Aunque la primeras casas del Vedado son de 1860, el verdadero crecimiento se dio en 1920.
El municipio de Vedado se caracteriza por un perfecto y regular trazado en cuadrícula y su apariencia es muy parecida a ciertos barrios norteamericanos.
En los años 40 y 60 del siglo pasado, Vedado era la meca del juego, varios hoteles hacían las veces de casinos, como el mítico hotel Nacional y los gangsters norteamiracanos campaban y controlaban a sus anchas. Hasta que Fidel Castro montó su base revolucionaria en la planta 24 del hotel Habana Hilton, que cambiaría su nombre por el de Habana Libre.
Pasamos al lado de la Casa de las Americas y también del famoso y mencionado hotel Habana Libre. Vimos grandes avenidas ajardinadas con grandes y bonitas residencias.
El chofer nos anuncio el mítico hotel Nacional , donde los gangsters fueron los amos.
Llegamos por fin a la gigantesca Plaza de la Revolución (72.000 metros cuadrados). Un poco espartana, al estilo Soviético. Tampoco ayudaban los fríos edificios que la delimitaban. Uno de ellos es el Ministerio del Interior, con el perfil en silueta de la gigantesca cara del Che, basada en aquella famosísima foto del Albert Corda tomada en 1960. En el 2009 se añadió la silueta de otro gran revolucionario: Camilo Cienfuegos, justo en el edificio de al lado, el de Telecomunicación.
En esa misma plaza se encuentra también la Biblioteca Nacional.
La plaza de la Revolución se llamaba en los tiempos de Fulgencio batista Plaza Cívica.
En el centro de la plaza se encuentra el Memorial José Martí con una torre de 110 metros de altura. José Marti fue el principio de la llama daría lugar a la Independencia cubana respecto a España. Pensador, político, filósofo, poeta y creador del partido revolucionario cubano.
Al pie de la torre hay una estatua que representa a José Martí.
Después de la visita a la plaza de la Revolución, donde nos hicimos algunas fotos, nos dirigimos de nuevo a la parte Este de La Habana, en dirección al Morro-Cabaña.
Volvimos atravesando algunas partes del municipio de vedado que no habíamos visto, y parando en algunos lugares para tomar fotos.
Recorrimos algunos de los lugares más emblemáticos de la cuidad, terminando en un túnel que pasaba por debajo de la bahía de La Habana para salir a la fortaleza del Morrro.










Parque Historico Militar Morro – Cabaña

Queríamos ver la fortaleza del Morrro un poco por si misma y otro tanto por sus magníficas vistas, al se una oportunidad de ver la Habana vieja desde el otro lado de la Bahía, ya que no optamos por asistir de nuevo a la ceremonia del cañonazo ya de noche.
Comenzamos nuestra andadura al otro lado de la bahía visitando el Castillo de los tres Santos Reyes del Morro, fortaleza construida entre 1589 y 1630 para salvaguardar la entrada al puerto de La Habana del saqueo de la ciudad por parte del corsario francés Jacques de Sores.
Esta fortaleza cumplió su cometido muchísimos años frente a piratas e invasores extranjeros. Hasta que en 1762 un ataque de un ejercito con 14000 soldados británicos capturó el Morro.
Hugo recorría la parte superior de esos enormes muros de 3 metros de grosor, entretenido también en subirse en esos gigantescos cañones y asomarse a esos fosos profundísimos donde también se asomaban los lagartos. Todo era divertido en la fortaleza para Hugo.
El majestuoso faro de este castillo fue añadido en 1844.
Un poco más allá se alza la fortaleza de3 San Carlos de la Cabaña, ordenada construir por el rey de España Carlos III entre 1763 y 1774 para defender una de las partes débiles del Morro, parte desde donde los británicos habían tomado La Habana.
Es el fuerte colonial más grande de América con 10 Ha y 700 metros de extremo a extremo.
Los dictadores Batista y Machado utilizaron la fortaleza en la historia reciente para fusilar a muchos ciudadanos cubanos y como prisión. E Che utilizo también la fortaleza para “limpiar a los oficiales de Batista.













































Malecón nocturno




Después de cenar, ya entrada la noche me decidí a dar una vuelta por el Malecón. Marga y Hugo se quedaron n el hotel.
Baje por la Avenida de José Martí  tranquilamente, contemplando la vida nocturna de La Habana, allí en este paseo que llega hasta el mar, grupos de mujeres hablaban sentadas en bancos dispuestos en la mediana del bulevar, madres con sus hijos paseaban sin rumbo definido y algunos grupos de muchachos deambulaban de allá para acá.
Según bajaba iba haciendo alguna foto de las fachadas y algunos soportales iluminados que resaltaban ante la escasa iluminación en todas las calles.
Cuando llegué al Malecón, pude ver a pequeños grupos de gente sentados en el muro que hacía de rompeolas, casi todos dando la espalda al mar. Familias, parejas, amigos o amigas, todos hablando o tomando el fresco, otros bebiendo.
Hablé con una pareja de chicas, una de ellas cubana que tenía acogida a otra americana. Después de un rato charlando me invitaron a un trago de ron que acepté cortésmente y que tomé en el tapón de la botella que se pimplaban entre las dos. Más adelante y cada pocos metros se sucedían pequeños grupos de  ciudadanos cubanos y algún que otro vendedor ambulante de cucuruchos de maní.



El Malecón languidecía con esa escasa luz amarilla que cubría todo de un ambiente tristón.
-¡Hoooola! 
Uno de los hombres de un grupo de cuatro que estaban sentados en el murete, me saludó con gran efusividad. Me acerque y no le reconocí, pero él a mi sí.
- Soy el de la partida de dominó.
Entonces me acorde, después del baño que nos dimos en el Malecón tomé una foto de un grupo de hombres que jugaban al dominó justo en la otra cera del paseo, debajo de un soportal de uno de los edificios que unos obreros se afanaban en restaurar.
Me senté con ellos, todos bastante jóvenes, menos el que me saludó que era más veterano. Estuve hablando con ellos más de una hora en una agradable noche. Con escaso o ningún trabajo los cuatro, resignados a su suerte, pero animados, reconocían cierto aperturismo con el mandato de Raúl, pero apenas un pequeño cambio. Hablamos u poco de los museos de la ciudad y mucho de los coches de la ciudad que me tenían fascinado y que para ellos casi eran invisibles de tanto verlos. Me contaban como hacían para sacar adelante esos coches de época a base de apaños increíbles. También me contaban como cuando un coche de estos chocaba con otro de los modernos, estos últimos tenían grandes desperfectos y bollos ostentosos, frente a la casi imperturbabilidad  y poco sometimiento de los antiguos, con sus fuertes y gruesas chapas de un centímetro de grosor.
Me hablaron también de la crisis en España, muchos cubanos me lo comentaban, hasta allí llegaban nuestros recortes perpetuos.
Les hice alguna foto y una chica que pasaba nos hizo una a todos desenfocada.
Alguna patrulla de poli se paró para ver qué pasaba. Distinguían fácilmente a un turista entre nativos y paraban a ver si todo iba bien. Una vez comprobado, se iban.
Después de mucho hablar, el que me había reconocido al principio me pidió que le imprimiera la foto de ellos jugando al dominó y se la enviara, me dio su dirección y le di mi palabra, por lo que esta foto le llegará, espero.
Volví al hotel para preparar las maletas y descansar, ya que al día siguiente nos tocaba madrugar muchísimo, para tomar el vuelo a Cayo Guillermo a las 6:45, teniendo que estar tres horas antes en el aeropuerto de La Habana.














































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